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Homefront: The Revolution

Homefront: The Revolution - impresión final

En vez de enfrentarse sin tapujos a toda la competencia en FPS, Dambuster ha preferido utilizar la guerrilla para destacar. Parece que su táctica da resultado, aunque no será fácil.

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Tras seis horas en compañía de Homefront: The Revolution, podemos confirmar que se trata de un juego que sigue su propio camino. Aunque la historia de fondo pueda parecer descabellada al más puro estilo hollywoodiense, su ejecución narrativa es sencillamente irresistible. Es difícil creernos esa "puerta de atrás" que una empresa de tecnología coreana supuestamente incluyó en teléfonos móviles y helicópteros ("Se cargaron nuestra tecnología militar con solo pulsar un botón"), pero si hay que luchar por la libertad de los maltratados estadounidenses y la acción es divertida, todos nos apuntamos sin problemas.

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Lo que hace que Homefront: The Revolution sea tan apasionante es la capacidad que tiene para cargarse esas características tan míticas de los FPS. Para empezar, eres una persona que lucha por la libertad, no un supersoldado. La propia experiencia te deja muy clarito que un solo hombre no puede ganar una guerra por sí mismo y que enfrentarse directamente a soldados fuertemente armados y con el apoyo de la tecnología en el año 2029 es un suicidio. Es cierto que mantiene esa estructura de misión/escena de corte para guiar la trama, pero, por lo demás, cuando decidas luchar, tendrás que luchar con uñas y dientes incluso en la dificultad normal.

La Filadelfia invadida por los coreanos del año 2029 se presenta como una zona de guerra muy convincente, dividida en tres zonas: Rojas, Amarillas y Verdes. Las Zonas Rojas son los lugares en los que la acción alcanza las cotas más altas, en las que las misiones terminan en matar o morir. De todas maneras, podrás crear y proteger pisos francos para defender tu tierra. En las Zonas Amarillas, el ritmo es mucho más lento y propio del sigilo, y cualquier acción sospechosa será inmediata y vigorosamente castigada por los soldados del KPA (Korean's People Army o "Ejército Popular de Corea") que patrullan los guetos de Filadelfia. Por último, las Zonas Verdes representan edificios icónicos, como el Independence Hall, que se han convertido en fortalezas del KPA desde los que lanzan sus ataques, parecido al sistema de CoD.

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Además, lo que también distingue a Homefront: The Revolution del resto de sus competidores es ese mundo abierto y ese enfoque casi de RPG. Sobre todo en las Zonas Rojas, la experiencia te recomendará que investigues lo que te rodea: que piratees los transmisores enemigos y que rebusques en los alijos, por ejemplo, para cambiar las tornas de la batalla. Si lo consigues, obtendrás información que te permitirá moverte por los mapas con más sentido y te mostrará más puntos de interés (como dónde están las motos para cruzar el campo de batalla rápidamente). Puede que se te haga raro eso de evitar los tiroteos, porque va en contra de todo lo que nos han enseñado en el resto de shooters taquilleros, pero en Homefront: The Revolution es algo que tendrás que aprender y acostumbrarte a llevar a cabo. Te decimos todo esto porque el título muestra que la posibilidad de que salgas mal parado de los intercambios de balas es muy alta, sobre todo si no has calculado bien las consecuencias de tus actos. De hecho, abrir fuego aleatoriamente contra las patrullas del KPA provocará una serie de represalias y consecuencias fatales, para que aprendas la lección. De todas maneras, aunque la muerte en este juego no es la de un 'roguelike' (ni mucho menos), es mejor evitarla en la medida de lo posible.

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Y por eso, aunque sea extraño pero muy inteligente por parte del estudio, la experiencia hace que el protagonista parezca débil. Esta es la verdadera lucha, como tiene que ser. Ahora bien, tampoco queremos decir que las armas sean pobres o que los tiroteos no sean satisfactorios. Si acaso, el hecho de que tengas que atesorar cada bala y cada cóctel molotov hace que te centres mucho más en las armas y en mejorar tu habilidad con ellas. Por otra parte, la experiencia ofrece un sistema de creación para diseñar tus propias armas y adaptarlas a cada situación siempre que dispongas de los materiales adecuados en el momento. Básicamente, puedes transformar tu fiel pistola en un útil subfusil o cambiarle ciertas partes a una ametralladora ligera para convertirlo en un rifle de asalto. Las taquillas de armería que encontrarás en las bases de la resistencia te proporcionarán distintos visores, compensadores de retroceso, sujeciones y silenciadores para modificar todavía más tus juguetitos. No obstante, tendrás que pagar una cierta cantidad de recursos para conseguirlos: cables, baterías, CPU, clavos... cualquier cosa que puedas afanar por ahí. De hecho, esa misma chatarra también te permitirá crear cócteles molotov y bombas caseras, así que también se compensa en ese aspecto. No obstante, tener que ir pulsando el botón de acción cerca de cada objeto o cajón para ver qué encuentras probablemente sea lo menos atractivo de Homefront: The Revolution, pero, si lo miramos por el lado bueno, se convierte en una especie de rutina que hace que prestes más atención a los detalles.

La verdad es que hay que admirar el meticuloso esfuerzo que Dambuster Studios ha llevado a cabo en la creación del mundo durante las incursiones en las Zonas Amarillas, como en Earlston. En estas ocasiones, el ritmo se ralentiza y tendrás todas las medidas de seguridad del KPA observándote. Tendrás que utilizar a los civiles como coberturas para moverte sin que te detecten: tu identidad debe permanecer en el anonimato en todo momento. Ten en cuenta que cualquier acción en contra de un miembro del KPA alertará a todo la tropa, así que tendrás que llevar a cabo asesinatos silenciosos, que podrán ser tremendamente sutiles o sorprendentemente brutales. Puedes utilizar una ballesta para ahorrarte problemas, pero si alguien ve al enemigo caído empezarás a levantar sospechas. Nosotros creemos que es mucho más efectivo incrustarles un cuchillo bajo la barbilla a aquellos soldados que se hayan alejado un poco. Dentro de estas zonas, podrás conocer tus misiones y objetivos a través del control de propaganda y de las alteraciones: las misiones podrán ser de la Voz de la Libertad (encontrar radios), de Sabotaje (desactivar tomas de corriente), de Actos de Liberación (liberar prisioneros) y de Destruir APC (transportes personal para los que tendrás que usar explosivos).

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Lo bueno es que el éxito en las Zonas Amarillas se recompensa con mucha satisfacción y podrás piratear terminales para crear nuevos pisos francos y zonas seguras. Además, para aumentar la intriga, también podrás disfrutar de misiones secundarias asignadas a esas zonas para ganar más créditos, como matar a cierta cantidad de miembros del KPA con la ballesta o con la escopeta o conseguir más información fotografiando los generadores del enemigo. Resulta ser una experiencia bastante cercana a Assassin's Creed en muchos aspectos, porque podrás ocultarte en ciertos lugares para despistar a tus perseguidores y porque los pisos francos se cerrarán si el KPA está en estado de alerta máxima. Ahora bien, también podrás recibir ayuda para llevar a cabo los asesinatos: distracciones con petardos (para los que tendrás que encontrar componentes) o un pequeño grupo de luchadores de la IA que te cubrirán las espaldas.

Si te lo quieres pasar bien en Homefront: The Revolution, tendrás que tomarte los escenarios en serio. La ficción que domina la experiencia está bien construida, y el mundo y los personajes son convincentes: incluso la inquieta Dana, que es estereotípicamente rebelde (sí, con tatuajes y piercings incluidos). La absurda tecnología coreana complementa el infravalorado comportamiento de los soldados del KPA. Las escenas de corte pueden llegar a ser tremendamente incómodas, porque los odiosos malos reciben su merecido sorprendentemente rápido. Tanto fuera como dentro de la acción, es imposible distraerte de Homefront: hay que prestar mucha atención, lo que puede llegar a ser una espada de doble filo para este mundo, construido con un comportamiento emergente.

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Precisamente esto es porque el elemento de Homefront: The Revolution hace que tengas que atender a las acciones de la IA atentamente: tienes que conocer los límites de lo que puedes y no puedes hacer. En las secciones de sigilo, en ocasiones puedes acabar viendo una fila interminable de guardias en alerta pasando por la misma puerta una y otra vez. Otras veces puede ser inconsistente: ¿correr es menos sospechoso que andar? En lo que respecta a tus compañeros de la IA, no parece que tengan un plan ni puedes darles órdenes de atacar, defender, reagruparse o separarse. En ausencia de modos PvP, la principal batalla para los usuarios estará en creerse todo lo que sucede en el PvIA, aunque los diálogos sean tan buenos ("Pensé que estaba muerta... La prefería muerta"). Tampoco ayuda que, por ejemplo, si decides nadar para moverte a escondidas por los astilleros (como hemos hecho muchas otras veces en otros escenarios parecidos), de repente te hundas. Por otro lado, la idea de diseñar tus armas tiene muchísimo potencial, pero ¿hacer una misión entera basada en encontrar componentes...?

Desde luego, no se trata de un FPS sencillo y directo, sino, más bien, de un título muy realista en el que hay que mantenerse con vida para completar objetivos. Cuando todo funciona bien y atraviesas una instalación militar en moto, perseguido por aviones y sin poder distinguir entre amigos y enemigos por el humo y las explosiones, puedes llegar a sentir verdadero pánico. Es en esas ocasiones cuando te puede dominar la confusión, pero si respiras hondo y te paras a pensar, siempre hay un camino.

Nos imaginamos que ser un verdadero guerrero de la resistencia no es tan glamuroso como Hollywood lo pinta y que, en realidad, es muy doloroso y difícil. Pues bien, Homefront: The Revolution logra capturar todo esto muy bien, incluso demasiado bien. No obstante, solo el tiempo (y nuestro análisis) lo confirmará o desmentirá respecto a la experiencia completa.

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